jueves, 24 de marzo de 2011

-Respuestas al sufrimiento, Benedicto XVI


Podemos empezar a gustar la Vida

Ni el cielo ni el infierno son lugares físicos, ha explicado varias veces el Papa, y sus palabras han despertado siempre polvareda. Pero la vida está llena de testimonios capaces de arrojar luz sobre este misterio. En la encíclica de Benedicto XVI "Spe Salvi", se expone el caso de la santa Josefina Bakhita, esclava africana cuya conversión transformó para siempre su vida «Yo soy definitivamente amada, suceda lo que suceda; este gran Amor me espera», cita de ella Benedicto XVI.
¿Por qué permite Dios el sufrimiento? ¿Por qué tenemos que morir? ¿Por qué hay tanto mal en el mundo? La mente puede intuir respuestas, entrever en cada prueba la mano de la Providencia. Pero sólo la experiencia de una Presencia concreta da esa prueba cierta que busca desesperadamente el hombre.
El Jesús que murió y resucitó en Jerusalén hace 2.000 años no nos ha abandonado. Su ascensión no es un huída a una galaxia lejana, enseña Benedicto XVI, en uno de los pasajes más bellos de la segunda parte de Jesús de Nazaret. Se ha sentado a la derecha del Padre; ha entrado «en la comunión de vida y poder con el Dios viviente», y ahora «está presente al lado de todos, y todos lo pueden invocar en todo lugar y a lo largo de la historia». Ésta es la perspectiva escatológica de nuestra fe. En comunión con Aquél que es la Vida misma, podemos empezar a degustar esa vida plena, que será la eternidad. Lo sabemos bien, gracias a esas personas tan luminosas, Sus testigos, cuya luz siembre brilla todavía más en la tragedia.

-Otra campaña atea contra Dios


La última campaña atea es acusar de nuevo a Dios de ser la fuente del mal

Parece ser que resurge en el espíritu ateo la manida idea de que la religión es fuente de violencia e injusticia y para ello no descansa en presentar distintos pasajes del Antiguo Testamento para fortalecer dicha acusación – parece ser que para éste la revelación no alcanza al Nuevo Testamento –.
Los cuatro jinetes del ateísmo, es decir, los señores Dawkins, Hitchens, Dennet y Harris son los abanderados de esta campaña en la que presentan a Dios como un ser celoso, injusto y vengativo a quien imputan la causa del mal en el mundo. Pero esta acusación es tan vieja como el propio diablo. El propio Nietzsche al tiempo que anuncia la muerte de Dios paradójicamente se enzarza en batalla contra el omnipotente con el fin de ocupar su puesto.
El hombre, en tanto que criatura, mantiene la necesidad de Dios y su única posibilidad es amarlo u oponerse a Él: revelarse. Iván Karamazov es un buen ejemplo de esto último; en todo momento postula la inocencia del ser humano respecto de la existencia del mal en medio del mundo imputando su presencia a Dios. Esto mismo hacen Dennet y la ristra de espíritus rebeldes que secundan a divulgadores de su calaña que afirman como excusa para su ateísmo que aunque existiera Dios ellos no podrían aceptar a un Ser que es el creador del mal y del sufrimiento del hombre. Sorprende no obstante este extraño moralismo entre sujetos cuyo modo de actuar es vivir "sin saber por qué", o como ellos dice: "como Dios y la inmortalidad no existen, le está permitido al hombre nuevo convertirse en un hombre-Dios", que es reconocer que todo está permitido, tanto el bien como el mal, pues no hay norma ni responsabilidad en los actos sino sólo la lógica que cada uno se impone a sí mismo
 Pero no es Dios la causa del mal, sino el "todo está permitido" que promulga el nihilismo …En Dios sólo hay virtud y sentido, y su razonamiento metafísico está fuera de toda sospecha. Es el hombre quien legitima el crimen tras hallar su propio criterio de acción (Dostoievski, Crimen y castigo). No olvidemos que Raskolnikov se revela como Caín mediante la violencia. De este modo observamos que el drama humano es que sin creer en la virtud no podemos dejar de obrar virtuosamente pues de lo contrario se produce el aniquilamiento de nuestra constitución de criatura llamada a abarcar el bien.
 Joan Figuerola.14 Mar 2011 / opusprima.wordpress.com

jueves, 10 de marzo de 2011

-Evangelizar con fe y alegría


Los católicos tenemos que evangelizar con más alegría
…”El gran problema para un católico es la transmisión de la fe en su entorno. Para vencer eso, hay que recuperar nuestra fuerte identidad cristiana y revitalizar nuestro sentido de pertenencia a la Iglesia, a través de una comunidad viva. Tenemos que recuperar el espíritu misionero y tomar conciencia de que ser cristiano es saber que Cristo responde a mis preguntas existenciales…”

El Presidente del recién creado Pontificio Consejo para la promoción de la nueva evangelización, monseñor Rino Fisichella, participó en un acto organizado por la Universidad Francisco de Vitoria, el pasado jueves, víspera de la presentación de los materiales previos al próximo Sínodo con los que el Papa nutre de contenido el trabajo del nuevo Consejo. Una iniciativa que responde «a la necesidad de la Iglesia de anunciar, persona a persona, a Cristo vivo, en el cambio de época que estamos viviendo», como afirma en esta entrevista para Alfa y Omega

Si la Iglesia insiste en esto desde hace tanto, ¿a qué se refiere ahora el Papa, al hablar de nueva evangelización?
Benedicto XVI dice que la nueva evangelización tiene que ser la tarea principal de toda la Iglesia, porque, hoy, podemos y tenemos que combinar el anuncio del Evangelio y el testimonio de vida de forma más coherente y eficaz que como lo hemos venido haciendo. El Papa manifiesta la necesidad de la Iglesia de anunciar, persona a persona, a Cristo vivo, en el cambio de época que estamos viviendo. Por ejemplo, hoy vivimos bajo la primacía de la ciencia y de la técnica, que se han desarrollado mucho; y este crecimiento es bueno. Pero el Papa recuerda que la ética no ha crecido en paralelo, y no hay instancias éticas que regulen la ciencia y la técnica. Ante eso, la Iglesia tiene que crecer en el conocimiento del Evangelio y en el trato con Cristo, para iluminar todo el mundo, también la ciencia y la técnica.

Las estrategias de la nueva evangelización, ¿sólo valen para Occidente? Porque no sólo Europa y Estados Unidos viven ese cambio de época...
Esta tarea de la Iglesia va a empezar, sobre todo, en Occidente, pero no sólo es para Occidente. Hay obispos de África, o de la India, que me han pedido que llevemos allí la nueva evangelización. Es algo que me ha sorprendido porque, en teoría, estos lugares son de primera evangelización, y la nueva evangelización es para países que han recibido el anuncio del Evangelio y lo han olvidado. Pero la globalización ha hecho que las formas de vida sean parecidas en lugares muy distintos. ¿Qué diferencia hay entre el ritmo de vida de Nueva York y el de Nueva Dheli?

Si la nueva evangelización no debe ser una fórmula abstracta, ¿cómo se concreta? ¿Hay que servirse de la globalización para evangelizar por Internet?
Para anunciar a Cristo tenemos que utilizar todos los instrumentos que la tecnología ofrece, pero el cambio de un cristiano se produce en el encuentro personal. El Evangelio no se transmite de verdad por Internet, sino por el testimonio de una persona a la que tienes cerca y que lo vive de una forma creíble.

Un laico cualquiera, sin embargo, suele encontrar en su entorno muchos prejuicios y personas cerradas a Dios...
El gran problema para un católico es la transmisión de la fe en su entorno. Para vencer eso, hay que recuperar nuestra fuerte identidad cristiana y revitalizar nuestro sentido de pertenencia a la Iglesia, a través de una comunidad viva. Tenemos que recuperar el espíritu misionero y tomar conciencia de que ser cristiano es saber que Cristo responde a mis preguntas existenciales.

Y eso, ¿cómo se vive en el día a día?

Lo primero es confiar en la primacía de la Gracia de Dios. El protagonista de la nueva evangelización es el Espíritu Santo, no lo olvidemos. Luego, tenemos que ser capaces de anunciar al otro la alegría que yo encuentro en la fe cristiana. A veces, los cristianos somos demasiado tristes, y tenemos que vivir nuestra fe con más alegría para evangelizar. También la liturgia es un lugar para la nueva evangelización. La mayoría de los creyentes sólo escuchan la palabra de Dios en la Misa del domingo, y eso hay que aprovecharlo. La nueva evangelización se hace siguiendo la lógica de la fe: vivir la fe en comunidad, desde la oración y la liturgia, y anunciar a Cristo sin miedo, porque estamos alegres.

O sea, que hay que hablar con Cristo para hablar de Cristo...
Exacto. Tenemos que hablar con Cristo, no charlar de Cristo. Hablar supone un encuentro personal con Él, así que la Iglesia tiene que crear las condiciones para que cualquier persona pueda tener ese encuentro de tú a tú con Jesús.

-El Papa escribe sobre Jesus muerte y resurrección

El 10 de marzo sale a la venta la segunda parte de "Jesús de Nazaret", de Joseph Ratzinger / Benedicto XVI, con subtítulo Desde la entrada en Jerusalén hasta la Resurrección. Ofrecemos este fragmento del capítulo El proceso de Jesús, por gentileza de Ediciones Encuentro, responsable de la edición en español.
Jesús acaba de reconocer su realeza ante Pilato, con un grito sorprendente para el gobernador: «Tú lo dices, soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para ser testigo de la verdad»
Jesús caracteriza la esencia de su reinado como el testimonio de la verdad. Pero la verdad, ¿es acaso una categoría política? O bien, ¿acaso el reino de Jesús nada tiene que ver con la política? Entonces, ¿a qué orden pertenece? Si Jesús basa su concepto de reinado y de reino en la verdad como categoría fundamental, resulta muy comprensible que el pragmático Pilato preguntara: «¿Qué es la verdad?»
Es la cuestión que se plantea también en la doctrina moderna del Estado: ¿Puede asumir la política la verdad como categoría para su estructura? ¿O debe dejar la verdad, como dimensión inaccesible a la subjetividad y tratar más bien de lograr establecer la paz y la justicia con los instrumentos disponibles en el ámbito del poder? Y la política, en vista de la imposibilidad de poder contar con un consenso sobre la verdad y apoyándose en esto, ¿no se convierte acaso en instrumento de ciertas tradiciones que, en realidad, son sólo formas de conservación del poder? (…)
¿Qué es la verdad? Pilato no ha sido el único que ha dejado al margen esta cuestión como insoluble y, para sus propósitos, impracticable. También hoy se la considera molesta, tanto en la contienda política como en la discusión sobre la formación del derecho. Pero sin la verdad el hombre pierde en definitiva, el sentido de su vida para dejar el campo libre a los fuertes (…)
La Humanidad se encontrará siempre frente a esta alternativa: decir Sí a ese Dios que actúa sólo con el poder de la vedad y el amor, o contar con algo concreto, algo que esté al alcance de la mano, con la violencia.
Los seguidores de Jesús no están en el lugar del proceso. Están ausentes por miedo. Pero faltan también porque no se presentan como masa. Su voz se hará oír en Pentecostés, en el sermón de Pedro, que entonces «traspasará el corazón» de aquellos hombres que anteriormente habían preferido a Barrabás. Cuando éstos preguntan: «¿Qué tenemos que hacer, hermanos?», les responde: «Convertíos»; renovad y transformad vuestra forma de pensar, vuestro ser (cf. Hch 2,37s). Éste es el grito que, ante la escena de Barrabás, como en todas sus representaciones sucesivas, debe desgarraros el corazón y llevarnos al cambio de vida (…)
«Ecce homo»
«Ecce homo»: esta palabra adquiere una palabra que va más allá de aquel momento. En Jesús aparece lo que es propiamente el hombre. En Él se manifiesta la miseria de todos los golpeados y abatidos. En su miseria se refleja la inhumanidad del poder humano, que aplasta de esta manera al impotente. En Él se refleja lo que llamamos pecado: en lo que se convierte el hombre cuando da la espalda a Dios y toma en sus manos por cuenta propia el gobierno del mundo.
Pero también es cierto el otro aspecto: a Jesús no se le puede quitar su íntima dignidad. En Él sigue presente el Dios oculto. También el hombre maltratado y humillado continúa siendo imagen de Dios. Desde que Jesús se ha dejado azotar, los golpeados y heridos son precisamente imagen del Dios que ha querido sufrir por nosotros. Así, en medio de su pasión, Jesús es imagen de esperanza: Dios está del lado de los que sufren (…)
Pilato conocía la vedad de la que se trataba en este caso y sabía lo que la justicia exigía de él. Pero al final ganó en él la interpretación pragmática del Derecho (…) Una absolución del inocente podía perjudicarle personalmente, pero, además, podía provocar también otros trastornos y desórdenes que, precisamente en los días de Pascua, había que evitar.
La paz fue para él, en esta ocasión, más importante que la justicia (…) Por el momento, todo parecía ir bien. Jerusalén permaneció tranquila. Pero que, en último término, la paz no se puede esclarecer contra la verdad es algo que se manifestaría más tarde.
Joseph Ratzinger/ Benedicto XVI

-Escuchar el latido del niño para no abortar

  El negocio abortista tiembla: Texas hará que la mujer escuche el latido del bebé antes de abortar
Al contrario que el sobre cerrado español, esta información daña a la cultura abortista al hacer presente al bebé.
La tecnología humana hace al feto más visible que nunca y esa tecnología está haciendo estragos en la cultura del aborto. La prueba más clara se está dando en Texas y de ahí puede saltar al mundo entero. En Texas se exige que la mujer que quiera abortar se someta antes a una revisión por ultrasonidos y escuche una descripción de lo que muestra, del estado del feto.
El Congreso de Texas aprobó una medida el lunes (107 votos a favor, 42 en contra) que exige que la mujer que quiera abortar se someta antes a una revisión por ultrasonidos y escuche una descripción de lo que muestra, del estado del feto (a la mujer se le permite cerrar los ojos ante la pantalla, es decir, a la realidad, pero debe escuchar la descripción). Y también debe escuchar el sonido del corazón que late (algo que empieza a suceder a las 3 ó 4 semanas tras de la concepción). Después, la mujer deberá esperar 24 horas antes de abortar.

El Senado de Texas el mes pasado aprobó otra norma que gusta menos a los pro vida: exime a la mujer de ver la imagen y los sonidos si fue violada o si el feto tiene una "condición médica irreversible" y solo pide 2 horas de reflexión antes de abortar.

Como ambas normas chocan, el gobernador Rick Perry espera, antes de firmar, una versión que las combine, aunque ya ha declarado que le gusta más la del Congreso.

"Agradezco al Congreso de Texas que apruebe esta legislación, que potencia nuestros esfuerzos por proteger la vida humana al asegurarse que las tejanas están plenamente informadas al considerar esta importante decisión", declaró el lunes Perry. "La decisión de elegir la vida se hace clara cuando se tiene toda la información, y espero que esta importante ley llegue pronto a mi escritorio", añadió.

Las asociaciones abortistas, encabezadas por la patronal del sector, Planned Parenthood, están más que inquietas y han llamado a la movilización, pero como se demostró en las poco seguidas "Marchas por la Elección" de hace pocas semanas, la capacidad de convocatoria popular del sector del aborto en Estados Unidos (como en España) es escasa.

La patronal abortista Planned Parenthood protesta diciendo que la norma es una "intrusión" del Gobierno en la relación entre médico y paciente. El argumento es poco convincente puesto que hay miles de leyes sanitarias que regulan lo que los médicos deben o no deben hacer y ninguna patronal más sale quejándose de "intrusión"….. Ya que queda claro que cuanto más visible es el feto con los ultrasonidos y otras técnicas, peor le va a las clínicas abortistas: para facturar, necesitan que la madre no vea ni oiga a su hijo. Por eso, la ley tejana, si se extendiese, amenazaría todo su sector.
Pablo J. Ginés/Forum Libertas

-Un nuevo mártir de la fe

  "Creo en Jesucristo, que ha dado su propia vida por nosotros. Sé cuál es el significado de la Cruz y el valor de la Cruz y estoy listo para morir".
 
El ministro de Asuntos de las Minorías de Pakistán, Shahbaz Bhatti, asesinado este miércoles, según sus propios victimarios, por ser “cristianos, infiel y blasfemo”, había predicho cuatro meses su muerte, según señala él mismo en un vídeo-entrevista difundido por la cadena Al Jazeera.
Según el medio informativo, el joven ministro católico le había pedido a una persona cercana a él que pusiera a su disposición el vídeo en caso de que fuera asesinado porque “quiero compartir el mensaje de amor con el mundo musulmán. Este es el único mensaje que puede hacer que el mundo musulmán salga del círculo cerrado de odio y asesinatos".
Bhatti era el único miembro cristiano con el que contaba el equipo de Gobierno y uno de los pocos líderes políticos de Pakistán que reclamaba cambios en la polémica legislación anti-blasfemia  del país, fue asesinado por varios hombres armados que le dispararon desde un coche en marcha en Islamabad.

martes, 1 de marzo de 2011

-Con la vista puesta en los jóvenes


 (del discurso del cardenal Rouco, 1/3/11)

La próxima Jornada Mundial de la Juventud será un instrumento providencial al servicio del empeño misionero de la Iglesia en la evangelización de los jóvenes. La clarividencia apostólica de Juan Pablo II, iluminada por su gran amor a Cristo y a los jóvenes, fue el medio del que se valió la Providencia divina para poner en manos de la Iglesia este nuevo procedimiento evangelizador, tan apropiado para las generaciones jóvenes de los últimos decenios del siglo XX y de comienzos del siglo XXI.
¿Qué jóvenes son esos y cuál el secreto de la nueva gran misión dirigida a ellos?
Los jóvenes de hoy - de comienzos del siglo XXI - ya no son exactamente aquellos de hace veinticinco años que respondieron a las primeras convocatorias del Juan Pablo II. Aquellos, que se calificaban a sí mismos como “los jóvenes del 2000", habían tenido ya tiempo de experimentar la decepción de las utopías fermentadas veinte años antes en el “mayo del 68", y miraban hacia el cambio de milenio como cifra de la deseada realización de ideales más verdaderos.
Los jóvenes del 2011 han tenido también ya tiempo de experimentar el alcance real de las posteriores utopías de la libertad y están a la búsqueda de una libertad verdadera, sólida, que permita construir la casa de la vida.
Entretanto, el ideal humano de la libertad ha sido propuesto y explorado por mil caminos en los dos últimos decenios. Entre esos caminos adquiere un puesto relevante el del mundo de la cibernética, cuyo desarrollo y popularización ha llegado a crear una nueva situación de intercomunicación globalizada de la que los jóvenes son actores principales. Prueba de ello son, por ejemplo, los acontecimientos de las últimas semanas y de ahora mismo en el mundo árabe, propiciados en buena medida por la aludida nueva situación. La red se ha convertido en un instrumento poderosísimo de información y de comunicación; pero también de propagación de fórmulas de vida de todo tipo, sin excluir las menos acordes con la dignidad humana. Así, los jóvenes se encuentran particularmente expuestos a la influencia desorientadora del relativismo, es decir, de una actitud guiada por la indiferencia ante el bien, por el “todo vale” y por la preterición de los bienes verdaderos. Al mismo tiempo, la atracción de las “redes sociales” propicia un estilo de vida “virtual”, vacío - paradójicamente - de encuentros y de relaciones verdaderamente personales.  Si a ello se suma la coyuntura histórica general, dominada por una crisis económica, socio-política, cultural y ética con pocos precedentes, no es extraño que muchos jóvenes, duramente afectados por tal crisis, sientan sus vidas inmersas en la mayor de las incertidumbres.
Naturalmente, la gran cuestión de Dios y la interpelación proveniente de Jesucristo no se libran tampoco de la sospecha sistemática. Todo pasa a formar parte del mundo indiferenciado de “lo virtual” y de lo lejano.
¿Será, pues, necesario, ante la nueva situación en la que se encuentran los jóvenes del 2011, abandonar el planteamiento pastoral y evangelizador que ha caracterizado las Jornadas Mundiales de la Juventud? De ningún modo. Más bien es preciso consolidarlo y vivificarlo espiritualmente. No debe quedarnos ninguna duda al respecto: uno de los empeños misioneros más importantes de la Iglesia de comienzos del siglo XXI ha de ser una porfiada evangelización de los jóvenes que les posibilite y facilite vivir enraizados y edificados en Cristo, con una inquebrantable firmeza de fe. Es el programa que tan luminosamente nos ha propuesto el Papa en su Mensaje con motivo de la próxima Jornada Mundial de Madrid.
Una juventud necesitada y deseosa de Jesucristo       
A algunos esto les parece una obviedad: centrar la misión juvenil en el anuncio completo de Jesucristo. Ellos buscarían enfoques supuestamente más específicos o más adaptados a las necesidades de los jóvenes. Sin embargo, después de dos mil años de evangelización, la Iglesia se encuentra hoy con que Jesucristo sigue siendo muy poco conocido y muy poco amado. Algunos, en los países de vieja cristiandad, secundando ciertos movimientos de apostasía implícita o explícita, se han alejado de la fe. Otros muchos, en los países de tradición cristiana más nueva o incluso apenas existente, nunca han conocido a Jesucristo ni siquiera de un modo elemental. Todos comparten hoy, en uno u otro grado, la situación de incertidumbre anteriormente descrita. Sin embargo, la Iglesia no tiene otra cosa que ofrecer a los jóvenes y a todos los hombres de hoy sino a Jesucristo. No hay salvación fuera de Él. Y ellos la necesitan con urgencia. Se trata ciertamente de una oferta “a contracorriente”,  como señala el Papa. Pero, al mismo tiempo, es la propuesta que están esperando, sabiéndolo o no.
Es una oferta a contracorriente porque, en medio de un mundo que sufre de incertidumbre y que sin embargo parece disfrutar a menudo con ella, cerrándose a toda propuesta de verdad, la Iglesia quiere ofrecer a los jóvenes la firmeza de la fe que el Señor hace posible. La ofrece porque sabe - como el Papa explica remitiéndose a su propia experiencia y a la experiencia antropológica general - que los jóvenes no solo están preocupados por lo inmediato o por sus propios intereses coyunturales: “Desear algo más que la cotidianeidad regular de un empleo seguro - escribe Benedicto XVI - y sentir el anhelo de lo que es realmente grande forma parte del ser joven. ¿Se trata solo de un sueño vacío que se desvanece cuando uno se hace adulto? No, el hombre en verdad está creado para lo que es grande, para el infinito.”
Por eso, el Papa se dirige a los jóvenes y les dice: “Es vital tener raíces y bases sólidas. Esto es verdad especialmente hoy, cuando muchos no tienen puntos de referencia estables para construir su vida, sintiéndose así profundamente inseguros. El relativismo que se ha difundido, y para el que todo da lo mismo y no existe ninguna verdad, ni un punto de referencia absoluto, no genera verdadera libertad, sino inestabilidad, desconcierto y conformismo con las modas del momento. Vosotros, jóvenes, tenéis el derecho de recibir de las generaciones que os preceden puntos firmes para hacer vuestras opciones y construir vuestras vidas”.
De ahí que el Papa haya elegido para los jóvenes del 2011 un lema inspirado en la carta de San Pablo a los Colosenses, en el que Jesucristo aparece como Aquel que permite echar raíces, construir sólidamente la casa y vivir de la firmeza de la  fe: “Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe (Col 2, 7)”. Sin Jesucristo no hay ni arraigo, ni edificación sólida, ni firmeza en la fe.
El programa de la pastoral juvenil de las Jornadas es una vez más netamente cristológico, centrado en Jesucristo. Así tiene que ser, porque “la fe cristiana no es solo creer en la verdad, sino sobre todo una relación personal con Jesucristo.” Las raíces de la existencia no se echan solo a base de conocimientos, sino ante todo, en el trato con Dios que permite al joven saber de verdad quién es él mismo y cuál es el sentido de su vida. El Papa evoca su propia vocación infantil al sacerdocio y el proceso de reconquista de esa certeza en su época de joven estudiante: todo, basado en la seguridad de que el Señor le quería y que, por eso, le daría la fuerza necesaria para el camino que le proponía. “Escuchándole, estando con Él, llego a ser yo mismo”. Por eso, es vital para el éxito espiritual de la Jornada procurar por todos los medios pastorales a nuestro alcance que la Palabra de Dios y la voz del Señor lleguen directamente al corazón de los jóvenes. ¡Qué importante es que se sientan llamados por el que dio su vida por ellos, por el que les ama como nadie pudo, puede ni podrá amarlos nunca!
Por tanto, porque se trata del encuentro con Cristo, la Jornada ha de ser una gran proclamación y anuncio del “Kerygma” apostólico. Lo cual es tanto más necesario, cuanto que - como les pasaba a los cristianos de Colosas a quienes San Pablo escribía - también hoy son muchos los que consideran que la Cruz de Cristo es una necedad y proponen a los jóvenes sus particulares alternativas filosóficas e incluso supuestamente cristológicas, bajo capa de modernidad y de cientificidad. El Papa advierte de que “muchas de las imágenes que circulan de Jesús, y que se hacen pasar por científicas, le quitan su grandeza y la singularidad de su persona.” Esas imágenes estorban la evangelización, porque impiden el encuentro con el verdadero Jesús, el del “Kerygma” apostólico, que el Papa presenta así: “Creemos firmemente que Jesucristo se entregó en la Cruz para ofrecernos su amor; en su pasión, soportó nuestros sufrimientos y cargó con nuestros pecados; nos consiguió el perdón y nos reconcilió con Dios Padre, abriéndonos el camino de la vida eterna. De este modo, hemos sido liberados de lo que más atenaza nuestra vida: la esclavitud del pecado, y podemos amar a todos, incluso a nuestros enemigos, y compartir este amor con los hermanos más pobres y en dificultad.”
Para el diálogo personal con Jesucristo, en el que se alimenta el conocimiento de su misterio y de nuestra salvación, el Papa propone a los jóvenes en su Mensaje tres caminos: la celebración de los sacramentos, el servicio a los hermanos y el encuentro con la Palabra de Dios escrita.
 “Queridos jóvenes - les dice - aprended a ‘ver’, a ‘encontrar’ a Jesús en la Eucaristía, donde está presente y cercano hasta entregarse como alimento para nuestro camino; en el Sacramento de la Penitencia, donde el Señor manifiesta su misericordia ofreciéndonos siempre su perdón. Reconoced y servid a Jesús también en los pobres y enfermos, en los hermanos que están en dificultad y necesitan ayuda. Entablad y cultivad un diálogo personal con Jesucristo, en la fe. Conocedle mediante la lectura de los Evangelios y del Catecismo de la Iglesia Católica. Los tres caminos han de estar presentes equilibradamente en toda pastoral juvenil, como lo están en la dinámica de las Jornadas Mundiales de la Juventud.

-La familia, la escuela, la parroquia; para crecer en el amor


(segunda parte del discurso del cardenal Rouco a los Obispos, 1/3/2011)

Cada vez más claro que el futuro de las nuevas generaciones depende decisivamente de las familias cristianas. Al mismo tiempo, la experiencia pone también de manifiesto que la misión de la escuela resulta seriamente entorpecida y aun imposibilitada cuando no cuenta con la colaboración de los padres y de una vida familiar acorde con la ley natural y divina.
El Estado no puede sustituir, ni siquiera suplir, el papel propio de esas dos instituciones básicas para el desarrollo de la persona. Por su parte, la parroquia, como célula básica de la vida eclesial, en la que el hombre natural se hace cristiano, ha de ser capaz de actuar a modo de catalizador de la vida cristiana de la familia y de la escuela. Es precisamente el modo concreto en el que deba configurarse la sinergia de familia, escuela y parroquia el objeto de nuestra reflexión. De dicha sinergia depende en buena medida el fruto de la acción evangelizadora de la Iglesia en beneficio de los más jóvenes y, en definitiva, de toda la sociedad.
Ahora bien, la clave cultural, intelectual y moral para una realización verdadera de lo que son la familia, la escuela y la parroquia se halla, sin duda, en el acierto con el que sea percibida, comprendida y vivida la verdad del amor humano.
Como ha recordado Benedicto XVI en la primera página de su encíclica “Deus caritas est”:: “el término amor se ha convertido hoy en una de las palabras más utilizadas y también de las que más se abusa, a la cual damos acepciones totalmente diferentes.” Se emplea ese mismo vocablo para significar la entrega permanente y sacrificada de unos padres que alimentan y educan a una familia numerosa en la que los hijos pueden crecer confiados y alegres, bajo la protección de un amor inquebrantable; como se emplea también para referirse al deseo de quien encarga para sí un niño a un laboratorio, predestinado a la orfandad de padre o de madre y a la soledad de hermanos; o también, para aludir a las relaciones esporádicas entre jóvenes inmaduros, a la cohabitación de personas del mismo sexo o, incluso, al comercio de imágenes o de encuentros en determinados locales o en la red. Todo es llamado del mismo modo: amor.
Sin embargo, el amor tiene una realidad propia, una naturaleza que lo define de un modo pertinente: existe una verdad del amor, que es necesario saber reconocer. Si se usa y abusa tanto de esta palabra, es porque alude a una realidad hermosa y esencial para la vida humana que ejerce una gran fascinación. Por eso es empleada de mil modos impropios con la finalidad de hacer pasar por bueno y bello lo que, en realidad, no es más que falso y no conforme con la verdadera humanidad.
Efectivamente, como escribía Juan Pablo II en su primera encíclica, “el hombre no puede vivir sin amor. Él permanece para sí mismo un ser incomprensible, su vida está privada de sentido, si no se le revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y lo hace propio, si no participa en él vivamente.” Puede sorprender que la Iglesia hable de “la revelación del amor”. Porque se ha hecho demasiado común una comprensión de esa realidad humana fundamental que la entiende como un mero sentimiento emocional, un afecto espontáneo, un movimiento placentero del ánimo. Una realidad así, perteneciente más a la vida de los instintos o de lo puramente biológico que al alma espiritual y racional del ser humano, no necesitaría revelación alguna; más que “encontrarla” y “hacerla propia” - como escribe Juan Pablo II - lo que el hombre necesitaría sería simplemente sentirla y gozar de ella sensible y espontáneamente - según se dice.
Sin embargo, es verdad que el amor es encontrado por aquel a quien se le revela para que lo haga propio y participe de él. Porque el amor, antes que una realidad que se tiene como propia, es una realidad que precede a quien no puede vivir sin ella y por eso la desea y la busca. Pero tampoco es una realidad lejana, en búsqueda de la cual hubiera que realizar largos viajes. El amor nos precede y, al mismo tiempo, llama, cercano, a nuestra puerta, es más, se halla desde siempre en lo más interior de nuestro ser.
El amor nos precede porque implica la llamada de otro. El amor nos habita, porque sin una llamada así no podríamos ni siquiera existir. En su sentido más originario, el amor nos ha llamado al ser: el amor es Dios. En cuanto participamos del Amor creador y redentor, nuestro amor es la aceptación del otro: primero de Él, del Creador y Redentor, y, en Él, del otro a quien encontramos a nuestro lado.
Hay un amor específico, que se revela como imagen del Amor originario y creador, un amor que es pro-creador: el amor conyugal. “La revelación del amor conyugal - enseñaba esta Asamblea de Obispos en 2001-, en cuanto que implica a toda la persona y su libertad, nos descubre las características que lo especifican como tal: la incondicionalidad con la que nos llama a aceptar a la otra persona en cuanto única e irrepetible, esto es, en exclusividad. Por ello, es un amor definitivo, no a prueba, porque acepta la persona como es y puede llegar a ser, hoy y siempre, hasta la muerte. Y por ser un amor que implica la corporeidad, es capaz de comunicarse, generando vida: porque no está cerrado en sí mismo.”
La verdad del amor y, en concreto, del amor conyugal no puede ser “creada” ni por el hombre ni por las leyes. Más bien se manifiesta para ser comprendida y libremente aceptada. Cuando es remodelada al gusto de las opiniones o de los sentimientos del momento, privándola de alguna de sus características - que acabo de recordar -, entonces ya no se vive en la verdad, sino en el error y en la ofuscación.
En principio, la razón humana es capaz de reconocer la verdad del amor. Pero para ello debe mostrarse dispuesta a abrirse más allá de sí misma para acoger la razón divina del amor. “Ningún hombre ni ninguna mujer, por sí solos y únicamente con sus fuerzas, pueden dar a sus hijos de manera adecuada el amor y el sentido de la vida. En efecto, para poder decir a alguien: ‘Tu vida es buena, aunque yo no conozca tu futuro’, hace falta una autoridad y una credibilidad superiores a lo que el individuo puede darse por sí solo. El cristiano sabe que esa autoridad es conferida a la familia más amplia, que Dios, a través de su Hijo Jesucristo y del don del Espíritu Santo, ha creado en la historia de los hombres, es decir, a la Iglesia. Reconoce que en ella actúa aquel amor eterno e indestructible que asegura a la vida de cada uno de nosotros un sentido permanente, aunque no conozcamos su futuro.”
El desconocimiento de la verdad del amor está causando mucho sufrimiento y rompiendo muchas vidas. La Iglesia:  nuestras familias, escuelas y parroquias, con el aliento muy especial de los Pastores, ha de ayudar a los jóvenes a evitar la ignorancia de una verdad tan decisiva para sus vidas y a paliar la influencia negativa de un ambiente marcado por tantas fuerzas y corrientes desorientadoras. La reflexión que haremos en esta Asamblea de los Obispos tiene esta hermosa finalidad.
*La reducción emotivista e individualista del amor, dominante en la cultura pública actual, ha conducido a una situación crítica que dificulta mucho la educación para el amor y para el matrimonio y que caracteriza nuestro vigente derecho matrimonial. El matrimonio en nuestro Código Civil es simplemente “una manifestación señalada” de “la relación de convivencia de pareja, basada en el afecto.” La institución matrimonial reducida así a una convivencia de pareja, sobre la base del afecto, con independencia de la diferencia de sexo de los convivientes, sin relación intrínseca y determinante con las características objetivas del amor conyugal dificulta gravemente la salida de la crisis de la familia con las consecuencias negativas que de tal situación se derivan para el bien común  y para el futuro de las nuevas generaciones.
Anunciar el Evangelio del matrimonio y de la familia es, sin duda, uno de los aspectos más hermosos de la nueva evangelización y de la juventud. Su urgencia, por otro lado, es evidente: nos urge la dolorosa situación aludida, pero nos urge, sobre todo, el amor a Cristo y a los jóvenes.
Mientras recorremos el camino de la preparación inmediata del gran encuentro de Madrid 2011, ponemos nuestra mirada en Jesucristo, en quien se ha revelado para todos los hombres la verdad del Amor que Dios es, así como el verdadero sentido de la vocación de todo ser humano ¡del hombre!, llamado a ser por el amor y a vivir en el amor. La Iglesia no puede ocultar la luz de esa verdad, ha de ponerla sobre el candelero para que alumbre a todos los de la casa. La Iglesia es misionera siempre: cuando evangeliza a los jóvenes con nuevo ardor y con los nuevos métodos de las Jornadas Mundiales de la Juventud y cuando lleva la luz del Evangelio a los pueblos que apenas han oído hablar de Jesucristo

-Construir una familia integrada y unida


Romper con el individualismo
“Esto parece una Posada”, decían nuestras madres ante la frustración de ver a sus hijos entrar y salir de casa como si de un hotel se tratara. Los horarios de los colegios, universidades y trabajos, la incorporación de la mujer al mercado laboral o el estrés diario no hacen fácil el encuentro familiar, pero también es cierto que cada vez pasamos menos tiempo juntos, y cuando estamos bajo el mismo techo, cada uno se dedica a sus asuntos. Incluso en el entorno familiar entra con sigilo la amenaza del individualismo, pero ¿podemos frenarlo? Es el momento de reestructurar la convivencia familiar.
El hijo adolescente enganchado a la Playstation; la mayor desaparece de casa sin dar explicaciones porque ha quedado con su novio; el padre, encerrado en su despacho, ultima el informe para la reunión de mañana; la madre navega por Internet buscando una oferta de trabajo y, mientras tanto, el más pequeño recorre la casa buscando que alguien le haga un poco de caso y juegue con él a la pelota. Aunque la escena es inventada, bien podría tratarse de un retrato real de lo que hoy en día ocurre en muchos hogares en una tarde cualquiera de la semana. La familia está en crisis, y no nos referimos con ello al elevado número de divorcios y separaciones, al reducido índice de natalidad o al aumento de la lacra del aborto. Nos referimos a que, de puertas adentro, allí donde reina la intimidad del hogar, está entrando sigilosamente una amenaza que, si nos descuidamos, puede romper en pedazos nuestra unidad familiar: el individualismo.

“Prohibido el paso”

Basta con echar un vistazo a las encuestas para comprobar que nuestra forma de vida y, sobre todo nuestro ocio, se está haciendo cada día más individualista. En la mayoría de los hogares españoles cada hijo tiene una habitación propia que, a medida que se hace mayor, se convierte en su particular apartamento dentro de la casa, donde no se puede entrar bajo ningún pretexto (si no es para limpiársela, claro). Además, la mayoría de las familias tienen un televisor para los padres y al menos otro para los hijos, de modo que la caja tonta sigue siendo el ocio preferente por parte de los niños y adolescentes que, según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) de 2004, se pasan una media anual de dos horas diarias enganchados a su programación. Si bien la televisión tiene todavía un importante impacto en las familias, el uso del ordenador entre los menores (de diez a quince años) es prácticamente universal (94,5 por ciento, según el INE) y el 85,1 por ciento utiliza Internet.
Por otra parte, el ocio del fin de semana se va desfamiliarizando progresivamente, hasta el punto de que la tercera parte de los niños de diez años ya salen solos con sus amigos los fines de semana, y a los trece ya son la mayoría de los preadolescentes los que se divierten fuera de casa al margen de sus padres. Lejos de buscar alternativas de ocio familiar, los padres nos desentendemos de la tarea dándoles una paga sin enseñar unos criterios claros: el 42 por ciento de los hijos de entre doce y trece años ya recibe un dinero periódicamente para administrar su propio ocio.
Podríamos seguir la lista y probablemente la mayoría de nosotros nos sentiríamos reconocidos en éstos y otros datos estadísticos: nuestros hijos se refugian en Internet en su habitación, mientras nosotros nos dedicamos a resolver los problemas del trabajo en casa. Y, por si fuera poco, en los ratos libres ya casi no hacemos planes en familia porque nuestros hijos adolescentes se aburren con nosotros… y todo esto nos parece de lo más normal. De lo que no nos damos cuenta es que detrás de los fríos números porcentuales hay una realidad más profunda y es que vivimos en familias cuyos miembros actúan cada vez de forma más independiente e individualista. Pero ¿por qué nos está ocurriendo esto?”.

¿Independencia = libertad?
Lo cierto es que el individualismo en el seno de la familia es una consecuencia clara de un cambio social más amplio que se está dando en la era postmoderna. Vivimos un momento en el que, según el sociólogo Ulrich Beck, se pone mucho énfasis en la libertad y en el desarrollo individual de la persona, dando primacía a las opciones y decisiones individuales frente a las normas sociales, ya sea en el ámbito profesional, en la política o, en el caso que nos ocupa, en la vida familiar. Y es esa tendencia al individualismo en la sociedad la que está afectando también a las familias. “Se piensa que se es más libre cuanto más independiente se es” –“y en este sentido, las dependencias de otros se reducen al mínimo e incluso se intenta dar marcha atrás en los compromisos adquiridos, que restringen en parte la capacidad de acción individual”.
En opinión de Miguel Ortega de la Fuente, doctor en Filosofía, experto en matrimonio y familia y profesor de Antropología en la Universidad Francisco de Vitoria, las claves para entender por qué el individualismo se está colando poco a poco en la vida familiar están en torno a tres cuestiones: “La primera está en una sociedad cada vez más egoísta y descentrada de la realidad, donde cada uno está construyendo ‘su mundo’, ‘su verdad’, lo que a él le interesa, y esto nos aleja de los otros. Esto nos hace perder la dinámica del encuentro con el otro, y da la casualidad de que el encuentro es la base del amor de los esposos que, a su vez, es el fundamento de la unidad familiar. Por último, la propia sociedad se ha desvertebrado, nos hemos fabricado una sociedad de bienestar y de ‘bien-tener’, y hemos olvidado la sociedad del bien ser. Se ha dejado de hablar de gratuidad, de generosidad y de donación”. El resultado de todo este enjambre de intereses individuales es muy pernicioso, porque, en palabras de Ortega, “dañan la vida de las personas y las hacen ser infelices; es, en el fondo, una dinámica que va contra el amor al otro y desordena el amor a uno mismo”.

“Madre no hay más que una”…

Otro de los cambios sociales que está contribuyendo de alguna manera a un avance hacia el individualismo en la convivencia es la no adaptación familiar a la incorporación de la mujer al mundo laboral. Hasta hace unas décadas imperaba un modelo de familia nuclear o moderna en la que había una división muy precisa en los roles del hombre y de la mujer, correspondiéndole a él los papeles sociales y productivos fuera del hogar, y a ella, los afectivos y privados del interior. Juan Manuel Burgos explica en su libro Diagnóstico sobre la familia que con la familia nuclear el papel esencial de la mujer consistía en la atención de los hijos, la gestión de las relaciones humanas en la familia y la creación del hogar. Al incorporarse la mujer al trabajo, la construcción familiar se ha complicado notablemente. Sin embargo, aunque se han perdido en parte algunas de las funciones que aportaba la mujer en la familia nuclear, su profesionalización le enriquece ahora con una serie de cualidades personales que puede transmitir al resto de la familia. El reto es, eso sí, reestructurar la convivencia familiar, que antes estaba asegurada en la figura de la madre, y que ahora requiere mayor atención, tanto de la mujer como del varón. Por esta razón, la orientadora familiar Beatriz Londoño asegura que “las familias de los próximos años, quizá siglos, están llamadas a construir una nueva edición de la familia. No se trata de cambiar su esencia –esto viene inscrito en la naturaleza misma de los humanos–, se trata de ser creativos en la construcción de un nuevo orden familiar”. Y para construir una familia armónica, alegre y unida, “hay que tener muy claro qué es lo que se quiere y a qué se ha de renunciar. Los grandes bienes siempre tienen un coste”, añade.
Pero, aunque construir una familia integrada y unida siempre tenga un coste, son muchos los beneficios que reporta. “Hay una relación entre una atención familiar de calidad y los resultados de sus miembros: resiliencia ante dificultades, equilibrio emocional, integración y participación sociales, apoyo en las carreras y proyectos profesionales”, subraya Aurora Bernal. “Más que una necesidad, la dependencia es una realidad por nuestro modo de ser. Por una parte, sólo con los otros salvamos la vulnerabilidad: por ser pequeños, por ser ancianos, por estar enfermos, porque cada individuo no tiene una biología ni una inteligencia lo suficientemente capacitada para hacer frente a la vida solo, ni siquiera cuando es adulto. Y, por otro lado, sólo con los otros, con su relación, nos superamos más allá de la capacidad individual”, añade la profesora”.

Creatividad familiar

Para empezar a salir de este agujero negro de familias juntas pero desunidas no hay que perder de vista que el primer pilar en el que debe fundamentarse la familia “es el amor verdadero, lo que significa estar continuamente saliendo al encuentro del otro, sin contar si el otro lo hace o no”, recalca Miguel Ortega de la Fuente. Beatriz Londoño añade que “amar requiere valoración de la grandeza de mi dignidad y la del otro, aprecio real, querer lo mejor para quien amo…Vivirlo es todo un arte. Y este arte se aprende y hay que enseñarlo a cada persona desde la infancia. Enseñarles a dar y a recibir en todos los ámbitos de las necesidades humanas. Especialmente en las afectivas, mentales y espirituales”. Y en última instancia, fomentar la “creatividad familiar”, que, como señala Miguel Ortega, no es otra cosa que “descubrir la manera más adecuada de hacer cosas juntos, en virtud de las edades y de las posibilidades de la familia”.
La llegada del verano es un momento idóneo para replantearnos nuestro proyecto de vida en familia, tomarle el pulso a nuestro matrimonio y a nuestra convivencia con los hijos para hacer de nuestra vida en común un maravilloso camino de enriquecimiento mutuo.

Para vencer el individualismo

La orientadora familiar Beatriz Londoño recomienda:
• Tiempo: aprender a “perder” el tiempo con las personas que amamos (cónyuge, hijos…) y a pasarlo bien juntos haciendo algo que al otro le gusta o simplemente haciendo nada, ¡pero juntos!
• Comunicación: saber conversar con un bebé, con un niño de cuatro años o con uno de trece, con un adolescente, con un esposo cansado, irritado, tenso, o con una esposa cansada, hipersensible, necesitada de muestras de cariño. Y, sobre todo, saber escuchar para poder llegar a tener habitualmente diálogos de corazón a corazón.
• Formarse: querer saber cada día un poco más sobre qué es la familia, cuáles son sus principios y leyes de funcionamiento. Leer y estudiar como se hace para cualquier gran proyecto.
• Distinguir lo cambiable de lo no negociable: hay que discernir qué se puede cambiar de las costumbres familiares que vivían nuestros mayores y qué no es modificable. Aquello que toca los principios y esencia no es negociable.
• Nuevas costumbres: descubrir nuevas costumbres que respondan a esos principios y valores esenciales, y que quizá nuestros antepasados no vivieron y aún están por descubrir.

Familias negociadoras

El sociólogo Gerardo Meil Landwerlin sostiene en el informe “Padres e hijos en la España actual”, realizado en 2006 para la Fundación La Caixa, que se está produciendo un cambio en el modelo de convivencia hacia una “familia negociadora”. Los padres negociadores, afirma el estudio, “han sustituido la norma del ‘respeto’, que regulaba las respuestas de los hijos, entendida sobre todo como obediencia y ‘temor’ a la reacción de los padres, por la ‘amistad de los hijos’, en la que se busca, sobre todo, tener una buena comunicación, fomentar las potencialidades y capacidades de los hijos y comprender sus necesidades y sus puntos de vista”. Algunos autores consideran que este cambio trae aspectos positivos, pero otros afirman que la familia negociadora cría hijos consentidos, con normas de convivencia contradictorias y valores light. En este sentido, Miguel Ortega de la Fuente señala que “la jerarquía es necesaria para el bien, aunque se trata de ganarse la autoridad y no de imponerla”.
Oliveros F. Otero explica en su libro La creatividad en la orientación familiar (EUNSA) que para lograr la unidad familiar es clave una manifestación del amor de los padres que consiste en el buen ejercicio de la autoridad paterno-materna. Para ejercer bien esa autoridad, los padres han de convertirse en líderes de su familia. Los padres líderes han jerarquizado la familia como su primera preocupación y saben estar disponibles para ella, tienen convicciones profundas y las saben transmitir, saben también ser decididos pero sin arrogancia, confían en cada hijo, soportan el peso de los errores, reconocen el éxito de los demás, son coherentes y creíbles, mantienen sus promesas y trabajan sin descanso para alcanzar los objetivos que han trazado para su familia