jueves, 22 de noviembre de 2012

-Nota sobre la legislación familiar y la crisis económica


La Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española, ante la sentencia del Tribunal Constitucional del pasado 6 de noviembre, se ve en el deber de recordar que la actual legislación española referente al matrimonio es gravemente injusta. Lo es porque no reconoce netamente la institución del matrimonio en su especificidad, y no protege el derecho de los contrayentes a ser reconocidos en el ordenamiento jurídico como “esposo” y “esposa”; ni garantiza el derecho de los niños y de los jóvenes a ser educados como “esposos” y “esposas” del futuro; ni el derecho de los niños a disfrutar de un padre y de una madre en el seno de una familia estable. No son leyes justas las que no reconocen ni protegen estos derechos tan básicos sin restricción alguna. Por eso, es urgente la reforma de nuestra legislación sobre el matrimonio.
Como hemos dicho en el documento La verdad del amor humano: «No podemos dejar de afirmar con dolor, y también sin temor a incurrir en exageración alguna, que las leyes vigentes en España no reconocen ni protegen al matrimonio en su especificidad. Asistimos a la destrucción del matrimonio por vía legal. Por lo que, convencidos de las consecuencias negativas que esa destrucción conlleva para el bien común, alzamos nuestra voz en pro del matrimonio y de su reconocimiento jurídico. Recordamos además que todos, desde el lugar que ocupamos en la sociedad, hemos de defender y promover el matrimonio y su adecuado tratamiento por las leyes».
Renovamos nuestra llamada a los políticos para que asuman su responsabilidad. La recta razón exige que, en esta materia tan decisiva todos actúen de acuerdo con su conciencia, más allá de cualquier disciplina de partido. Nadie puede refrendar con su voto leyes que dañan tan gravemente las estructuras básicas de la sociedad. Los católicos, en particular, deben tener presente que, como servidores del bien común, han de ser también coherentes con su fe.
Sin la familia, sin la protección del matrimonio y de la natalidad, no habrá salida duradera de la crisis. Así lo pone de manifiesto el ejemplo admirable de la solidaridad de tantas familias en la que abuelos, hijos y nietos se ayudan a salir adelante como solo es posible hacerlo en el seno de una familia estable y sana.
En la vida conyugal y familiar se juega el futuro de las personas y de la sociedad. Expresamos de nuevo a las familias que más sufren la crisis económica, con problemas de vivienda, falta de trabajo, pobreza, etc., nuestra cercanía y la de toda la comunidad católica. Estamos junto a ellas compartiendo nuestros bienes, nuestro afecto y nuestra oración. Del mismo modo, renovamos nuestro compromiso por activar la dimensión caritativa de la comunidad cristiana, promoviendo en nuestras diócesis la atención a los más necesitados.
 22 de Noviembre de 2012

http://www.conferenciaepiscopal.es/index.php/documentos-plenaria/3290-nota-sobre-la-legislacion-familiar-y-la-crisis-economica.html

viernes, 2 de noviembre de 2012

-Estamos en un cambio de época (Kiko Argüello)


«Nos encontramos en un cambio de época»
-----Entrevista con Kiko Argüello, iniciador del Camino Neocatecumenal:
Tras participar como auditor en el Sínodo, Kiko Argüello hace balance de estos días, en los que «se ha reflexionado mucho» sobre el «cambio de época» en el que estamos inmersos y cómo la Iglesia debe afrontarlo. Iniciador, junto con Carmen Hernández, del Camino Neocatecumenal, un itinerario de formación citado como referencia por varios Padres sinodales, Argüello advirtió sobre la necesidad de recuperar la conciencia de pecado: «¿Creemos que los hombres, por el miedo a la muerte, están sometidos a la esclavitud del demonio? Si no lo creemos, ¿para qué evangelizar?»
-¿Qué balance hace del Sínodo?
El Sínodo ha sido muy importante, porque se ha reflexionado mucho. Los obispos se han dado cuenta de que la cristiandad ha pasado, y estamos en un cambio de época que la Iglesia debe afrontar. Al cumplirse 50 años del Concilio, se está realizando lo que el Papa Juan XXIII dijo en la Constitución apostólica por la que se convocaba el Concilio: «La Iglesia tiene ante sí misiones inmensas, como en las épocas más trágicas de la Historia».
En mi intervención en el Sínodo, he citado una frase fundamental de la Escritura. Dice la Epístola a los Hebreos 2, 14-15: «Así como los hijos participan de la sangre y de la carne, así también participó Él de las mismas, para aniquilar mediante la muerte al señor de la muerte y libertar a cuántos, por temor a la muerte, estaban de por vida sometidos a su esclavitud». Según esta antropología revelada, el hombre no puede amar -Como yo os he amado-, porque está rodeado del miedo a la muerte. Partiendo de este texto, que los Padres de la Iglesia han utilizado en las catequesis a sus catecúmenos, como podemos ver sobre todo en san Cirilo de Alejandría, nos podemos preguntar: ¿creemos de verdad que los hombres, por el miedo que tienen a la muerte, están sometidos durante toda la vida a la esclavitud del demonio? Si no lo creemos, ¿para qué evangelizar? Pero si lo creemos debemos decir: «El amor de Cristo nos apremia al pensar que si Él ha muerto por todos, todos por tanto han muerto. Y ha muerto por todos para que aquellos que vivan, no vivan más para sí mismos, sino para Aquel que ha muerto y resucitado por ellos» (2Cor 5, 14-15). El teólogo ortodoxo Olivier Clement dice que el pecado original dentro del hombre le obliga a ofrecerse todo a sí mismo. San Pablo, en la Epístola a los Romanos, dice que «el hombre conoce el bien y querría hacerlo, pero experimenta otra ley: queriendo hacer el bien es el mal el que se le presenta».
Durante el Sínodo, varios prelados han mencionado al Camino Neocatecumenal como una de las realidades que mejor promueve la nueva evangelización...
Juan Pablo II reconoció el Camino como «un itinerario de formación católica válido para la sociedad y los tiempos de hoy», y expresó su deseo de que «todos mis hermanos en el episcopado, junto a sus presbíteros, ayuden a esta obra para la nueva evangelización». Estamos sorprendidos de cómo se está realizando, por ejemplo, con las familias en misión. Precisamente, una de las proposiciones del Sínodo presentadas al Papa es dar gracias a las familias que ofrecen su vida por la evangelización. El Sínodo también ha tratado el tema de las vocaciones, y lo ha recogido agradeciendo a las nuevas realidades eclesiales las vocaciones que
En la clausura del Sínodo, el Papa habló de la missio ad gentes como una de las tareas primordiales para la evangelización. ¿Cómo la lleváis vosotros adelante?
Durante nuestra experiencia de tantos años evangelizando en medio de muchos alejados de la Iglesia y de muchos paganos, hemos visto a gente que vive en el infierno: muchos matrimonios que se rompen, mujeres que son asesinadas, gente sola, miles y miles de suicidios, tantos jóvenes abandonados a sí mismos en la droga... Dios, que ve la Humanidad sufriente condenada al infierno del no ser, que no puede vivir en la verdad -que es Cristo vivificado en la donación total de sí mismo-, ha enviado a su Hijo a la tierra para que, gracias a su muerte y resurrección, sean perdonados los pecados y el hombre pueda ser liberado de la esclavitud del demonio y recibir la naturaleza divina que le hace hijo de Dios.
En Cristo se abre de nuevo el cielo y el hombre puede amar como Cristo ha amado, gracias al don del Espíritu Santo. Dice san Pablo que «Dios ha querido salvar el mundo a través de la necedad del kerigma» o de la predicación, que es el anuncio de esta noticia. Pero la fe viene por el oído, por la escucha. Sin embargo, nosotros estamos en una sociedad secularizada, postcristiana, que tiene el oído cerrado.
En los Hechos de los Apóstoles se puede leer cómo Dios hace signos, hace milagros, para abrir el oído y preparar a escuchar el kerigma. Después de abrir el oído al kerigma, preguntan a Pedro: «¿Qué tenemos que hacer?» San Pedro responde: «Convertíos y haceos bautizar en el nombre de Jesucristo para el perdón de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo» (Hch 2, 38). Sin embargo, en un cierto momento, los milagros cesan porque aparece un milagro superior, que es la Iglesia: «¡Mirad cómo se aman!», gritaban los paganos. Dice Jesús: «Amaos como yo os he amado» y «sed perfectamente uno y el mundo creerá».
También hoy, si queremos llevar adelante una nueva evangelización, es necesario dar signos que puedan abrir el oído al hombre contemporáneo, que le preparen a escuchar. Pero, ¿cómo podrá una comunidad cristiana llegar a esta estatura de fe del amor en la dimensión de la cruz y de la perfecta unidad?
Se necesita un catecumenado postbautismal que haga crecer la fe. Por eso, hay familias del Camino que van de misión entre los no bautizados o los alejados de la Iglesia a países como Alemania, Holanda o Suecia. A las catequesis que ofrecemos vienen muchos paganos y quedan sorprendidos de cómo se relacionan estas familias, porque lo que nos une a los cristianos es la relación en el Espíritu Santo.
Alfa y Omega 1-XI-2012