anunciar la alegría
del Evangelio de la Familia
“Hoy es día para
anunciar de nuevo al mundo el Evangelio de la alegría: ¡la alegría del
Evangelio de la Familia! La alegría del amor que ha madurado en la fidelidad
del esposo a la esposa y de la esposa al esposo veinticinco, cincuenta y más
años. La alegría del primer amor que surge en los corazones jóvenes como una
primera llama que se enciende interiormente a través de la mirada y del
conocimiento mutuo, que traen su causa de un amor más grande de Alguien que
trasciende al novio y a la novia: ¡como una vocación que viene de Dios! La
alegría del amor matrimonial entre el esposo y la esposa llega a su máxima
expresión cuando fructifica en el esplendor de los hijos, si ninguna causa
inculpable lo imposibilita”. “¡Hoy es el día para proclamar y testimoniar con
gozo la alegría de la Familia como lugar privilegiado para el anuncio del
Evangelio a todas las naciones!”, dijo en Madrid el cardenal Rouco en su
homilía y añadió: “el Papa Francisco nos ha invitado a emprender la nueva etapa
evangelizadora de la Iglesia marcándola con el sello de la alegría que brota de
las entrañas mismas del Evangelio”. Y ha aclarado que “a ese Evangelio de la alegría,
que es Jesucristo, pertenece como nota esencial la Buena Noticia de la Familia:
¡de la familia cristiana!”.
A las familias
reunidas en la Plaza de Colón, “fieles, valientes e incansables”, el arzobispo
de Madrid les ha dicho que “habéis venido unidas. Unidas en el interior de
vosotras mismas por los lazos de un amor que es respeto, aprecio, cariño,
entrega, donación mutua que no pide ni exige precio alguno, salvo el del amor.
Unidas entre vosotras en la Comunión de la Iglesia, para atestiguar públicamente
ante el mundo y ante los hombres de nuestro tiempo que la familia, vivida a la
luz de una fe amiga de la razón, en la esperanza y en el amor de Jesucristo es
la fuente de la primera y fundamental alegría: la alegría de la vida nueva que
nace natural y sobrenaturalmente; la alegría capaz de sobreponerse a cualquier
clase de sacrificios, convirtiéndolos en oblación de amor; la alegría duradera,
perdurable, segura y fiable porque se funda en la mutua donación entre el
marido y la mujer, entre los padres y los hijos, entre los abuelos y nietos; en
último término, porque se fundamenta y enraíza en la gracia de Dios”.
“Es la familia - ha
proseguido - donde se inician y se dan los primeros y decisivos pasos del
itinerario de ese amor humano fiel y fecundo sin el cual el nacimiento y el
crecimiento de la sociedad y de toda la humanidad en justicia, solidaridad y en
paz se hace inviable y sin el cual la misma Iglesia no logrará edificarse y
consolidarse, día a día, como la comunidad de fe en Jesucristo Redentor del
hombre, fundada y sostenida por Él”. Por eso, “dar testimonio del Evangelio de
la alegría con obras y palabras en nuestro tiempo es tarea y urgencia
primordial de la familia cristiana. Sin su testimonio, sobre todo en esta hora
crucial de la humanidad, la evangelización del mundo empalidecería y
languidecería hasta su desaparición efectiva”.
Y es que “no hay otro
lugar de la experiencia y de la existencia humana donde se puede encontrar
quien pueda consolar, aliviar, ayudar eficazmente y alentar animosamente a los
enfermos crónicos, a los terminales, a los que han perdido el puesto de
trabajo, a los desocupados sin expectativas de empleo en tiempo previsible, a
los jóvenes que han embarrancado sus vidas en el alcohol, en la droga, en el
sexo salvaje… que no sea en el ambiente cercano, acogedor, tierno y comprensivo
de la familia. Naturalmente, de la familia en la que la fidelidad mutua, vivida
y mantenida con la fuerza del amor cristiano ofrece brazos abiertos, casa y
hogar". "En esta dura y persistente crisis, por la que
atraviesan todos los países europeos, la familia cristianamente constituida
está demostrando, una vez más, en una dificilísima coyuntura histórica, su
insuperable e insustituible valor para la solidaridad y la paz social”, ha
subrayado el cardenal Rouco.
Asimismo ha alertado
de que no sólo hay “circunstancias de extraordinarias contrariedades
económicas, sociales y culturales con las que han de enfrentarse, sino con algo
mucho más complicado y costoso humana y espiritualmente: un clima de opinión
pública y de medio-ambiente ciudadano en el que prima una concepción de la vida
personal caracterizada por ‘la transitoriedad’, como gusta expresarse el Papa
Francisco. Ni siquiera el don de la vida se entiende como definitivo e inviolable
y, por lo tanto, tampoco, el don del amor”.
Hoy, “en la agobiante
atmósfera intelectual y ‘mediática’”, tan “contaminada por una visión
radicalmente secularizada del mundo y del hombre”, es más que nunca necesaria
“la luz y la fuerza de la fe para comprender totalmente, aceptar cordialmente y
vivir gozosamente el valor natural de la familia constituida sobre el
matrimonio indisoluble”.
“No se ha hecho
imposible el modelo de la familia cristiana. Esa luz y esa fuerza de la gracia
de una madura fe cristiana la hace invencible y capaz de sobreponerse y superar
cualquier desafío del Maligno y cualquier debilidad nacida del pecado. Esta fe
viva está al alcance de la familia cristiana cuando en la escucha de la Palabra
de Dios, en la oración compartida y en la acción de gracias eucarística se abre
a la gracia de la presencia y del ejemplo de la Sagrada Familia de Nazaret”.
Por eso, el arzobispo
de Madrid ha exhortado a no tener miedo “de seguir manteniendo abierto lo más
íntimo de vuestros hogares al don precioso del Evangelio de la Sagrada Familia,
al amor de María y José, que por virginal y exhaustivamente realizado y
consumado en el amor a su Divino Hijo y en la entrega a su misión salvadora de
ser el Redentor, el Amigo, el Señor y el Hermano de todos los hombres, fue amor
limpio, íntegro, incondicional… modelo sublime de todo amor a Dios y a los
hombres: ¡el modelo por excelencia del amor de Jesucristo! ¡Que ese amor de
María y José aliente, sostenga y santifique vuestro amor de esposos y de padres
de familia, sellado sacramentalmente el día en que habéis contraído santo
matrimonio ante Dios y ante la Iglesia! ¡Que modele también la respuesta de
amor de vuestros hijos y su vivencia mutua como hermanos!”.
Y ha animado a las
familias, asegurando que no están solas. “¡La oración de innumerables almas
consagradas a la plegaria y a la oblación de sus vidas por la Iglesia os
acompaña! Vuestros Pastores y las comunidades eclesiales, a las que
pertenecéis, quieren estar y están a vuestro lado con su oración, con su cercanía
y amor fraterno”. “La Iglesia y el mundo de nuestros días os necesitan
−como muy pocas veces ha sucedido en el pasado− para llevar el Evangelio al
corazón del hombre y de la cultura contemporáneas. Habéis recibido de Dios un
don precioso de incalculable valor: el de la fe y el de ser familia cristiana”,
ha señalado.
A continuación, el
cardenal Rouco ha hablado de las familias misioneras que iba a enviar al
finalizar la Liturgia de la Palabra. “Han recibido mucho del Señor −¡el don de
la fe y de la vida cristiana en sus familias!− y quieren darlo y comunicarlo a
todos. Son unos testigos excepcionales de lo que es y de lo que significa el
amor cristiano y el de compartirlo en plenitud”. “Quieren ser testigos con
obras y palabras de la presencia salvadora de la Sagrada Familia de Nazareth en
la hora presente de la humanidad. ¡Sembradores a manos llenas del gozo del
Evangelio! ¡De la alegría del Evangelio de la familia cristiana!”.
Y ha concluido encomendando a estas familias
misioneras “al cuidado maternal de la Santísima Virgen, a la protección
paternal de San José y a la gracia y a la ternura divina del Niño Jesús”.
Un día frío aunque soleado no ha impedido que
varios miles de personas se congreguen en la plaza madrileña en el acto central
de la Fiesta de la Familia, convocada este año bajo el lema "La familia,
un lugar privilegiado". La gran celebración ha comenzado a las
10.30 horas, con la intervención de Kiko Argüello, iniciador del Camino
Neocatecumenal, que ha anunciado el Kerigma.