viernes, 25 de noviembre de 2011

-Nuevos derechos o intereses personales


"Los llamados nuevos derechos sólo son retórica anestesiante fruto de una exhibición ideológica"
Un vocal del CGPJ, contundente con quienes quieren convertir sus intereses personales en un derecho humano.
La inauguración este viernes del XIII Congreso Católicos y Vida Pública, organizado por la Asociación Católica de Propagandistas y la Fundación Universitaria San Pablo, ha dado lugar a las primeras conferencias en torno al tema de convocatoria: Libertad religiosa y nueva evangelización.
Carlos Romero, lamentó que “el modo secularizado de entender la vida haya hecho mella en la forma de actuar de muchos católicos”. Una realidad que se ha de revertir mediante la transformación de los espacios culturales, políticos, sociales y económicos en lugares de “difusión del evangelio”.

La inflación de derechos

Posteriormente, dentro del desarrollo ordinario del Congreso, tuvo lugar, entre otros actos, una mesa redonda sobre Derechos humanos y nuevos derechos.
La acumulación de derechos y de leyes, así como la arrogación por parte del poder político de un papel de otorgador de nuevos derechos está debilitando el sentido y la fuerza del concepto de derecho fundamental. Ésta fue una de la reflexiones centrales que dejó el vocal del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) Claro José Fernández-Carnicero durante su intervención.
Esta “inflación de leyes y derechos no contribuye ni al aumento de la seguridad jurídica ni al bienestar social” y produce ciertas disfuncionalidades, pues el “otorgamiento de nuevos derechos conduce al aumento de la litigiosidad, en una administración de justicia ya condicionada por una anómala inestabilidad normativa”.
Con todo, posiblemente el efecto más dañino causado por la generación de nuevos derechos sea, para el ponente, el debilitamiento de los derechos fundamentales. A su juicio, los llamados nuevos derechos no son más que “retórica anestesiante” fruto de la “exhibición ideológica”. En suma, una “propaganda” que, “aunque anuncie la igualdad” encierra ese “despotismo que ya anunció Alexis de Tocqueville”.
En esta dinámica se llega a confundir la “búsqueda de intereses particulares con un derecho humano” y se le otorga a los poderes públicos “nuevos títulos habilitantes para intervenir en el espacio propio de la persona”. Una concepción totalmente invertida, pues los derechos realmente deben “ser un límite del poder”, y de la que surgen “categorías jurídicamente aberrantes como el aborto”. Éste cae en la “contradicción de presentarse como derecho cuando tiene como fin acabar con el bien jurídico más preciado: la vida”.