En nuestra sociedad actual hay muchos que viven como ciegos: hay personas cegadas por el egoísmo, por el dinero, por el
egocentrismo, por el trabajo, por el poder, por el individualismo, por el sexo,
por el triunfalismo, por la comodidad… y la mayoría de estos ciegos están "increpados", al igual que en el evangelio por el que va delante de
todos ellos, “el maligno”, (el mismo que tentó al Señor en el desierto) intentando envolverlos con una gran habilidad dentro de su punto de vista,
haciéndonos ver que todo por lo que estamos cegados es lo mejor, haciéndonos
incapaces de ver más allá de las palabras o de las ideas que el “maligno” nos
introduce en nuestro corazón y en nuestro interior, haciéndonos pensar que con
ello evitaremos todos nuestros sufrimientos y necesidades
Texto
del Evangelio:“En aquel tiempo, sucedió que, al acercarse Jesús a Jericó,
estaba un ciego sentado junto al camino pidiendo limosna; al oír que pasaba
gente, preguntó qué era aquello. Le informaron que pasaba Jesús el Nazareno y
empezó a gritar, diciendo: «¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!». Los
que iban delante le increpaban para que se callara, pero él gritaba mucho más:
«¡Hijo de David, ten compasión de mí!». Jesús se detuvo, y mandó que se lo
trajeran y, cuando se hubo acercado, le preguntó: «¿Qué quieres que te haga?».
Él dijo: «¡Señor, que vea!». Jesús le dijo: «Ve. Tu fe te ha salvado». Y al
instante recobró la vista, y le seguía glorificando a Dios. Y todo el pueblo,
al verlo, alabó a Dios.
(Lc18,35-43).
Los personajes del
evangelio son: el ciego, Jesús, la gente en camino con Jesús hacia Jerusalén...
El ciego: Lucas omite su
nombre; simplemente es un ciego y mendigo a la entrada de Jericó. Del ciego se
nos dice que oye, pregunta, que empieza a gritar.... que grita mucho más
fuerte. Lo que pide no es una limosna. No pide una ayuda para comer. Va
directamente a la raíz de su exclusión y su condición: “Hijo de David, ten
compasión de mi”. A la pregunta de Jesús “¿qué quieres que te haga”? responde
el ciego exponiendo su necesidad fundamental: ¡Señor, que vea!. Recobró la
vista. Siguió al Hijo de David.
El personaje central de este
relato milagroso es Jesús el Nazareno. Recibe también el título de Hijo de
David y Señor. Pasa y va camino de Jerusalén; escucha los gritos del ciego; se
para; lo manda traer, le pregunta: ¿Qué quieres que te haga?. Lo cura con un
lacónico mandato lleno de autoridad: “Ve. Tu fe te ha salvado”. No se refiere
explícitamente a la ceguera: muestra que el encuentro confiado con él, resulta
ser curativo, iluminador y salvador.
El tercer personaje de la narración es
la gente que acompaña a Jesús. Informan al ciego de lo que pasa; le increpan
para que se calle; acercan el ciego a Jesús. Son testigos de la curación. La
ven y alaban a Dios uniéndose a la alabanza del curado.
A través de esta narración, Dios nos habla a
nosotros hoy; nos sale al encuentro. ¿Qué palabra escuchamos? ¿Con qué
personaje me identifico hoy al escuchar la narración? ¿Qué palabras del texto
me resuenan más dentro? ¿Qué palabras o acciones necesito repetir hoy?.
-Este
evangelio sobre el ciego de Jericó nos insiste que la única fuerza que
transforma es la FE en el Señor, solamente los que creen en Él y confían en Él
ven. Este evangelio nos demuestra que la fe es un grandísimo y poderoso recurso
sin límites por la cual lograremos todo aquello que queramos o necesitemos.
En nuestra sociedad actual hay muchos
ciegos,(posiblemente, yo, uno de ellos), hay personas cegadas por el egoísmo,
por el dinero, por el egocentrismo, por el trabajo, por el poder, por el
individualismo, por el sexo, por el triunfalismo, por la comodidad… y la
mayoría de estos ciegos están increpados, al igual que en el evangelio,
increpados por el que va delante de todos ellos, “el maligno”, el mismo que
tentó al Señor en el desierto, intentando envolverlos con una gran habilidad
dentro de su punto de vista, haciéndonos ver que todo por lo que estamos
cegados es lo mejor, haciéndonos incapaces de ver más allá de las palabras o de
las ideas que el “maligno” nos introduce en nuestro corazón y en nuestro
interior, haciéndonos pensar que con ello evitaremos todos nuestros
sufrimientos y necesidades
Hay que
tener la misma fe que tuvo el ciego del evangelio, tenemos que ponernos en
presencia del Señor y pedir su gracia para que nos haga ser conscientes de nuestras
cegueras, tenemos que ser insistentes con una fe y confianza en el Señor
enormemente grande y si es conveniente, ¡gritándole! en nuestro interior
diciéndole: Señor dame tu luz y tu sabiduría para poder ¡VER!, pedirle y
gritarle, «¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!», y seguramente “el
maligno” seguirá increpándonos para que nos callemos, nos quiere seguir
teniendo en sus redes, pero nosotros, tenemos y debemos insistir, gritar no con
los labios sino con el corazón, con una fe que brote verdaderamente desde el
corazón, con un corazón abierto y que con fie con el Señor, Él nunca nos falla
ni nos fallará, hablarle sin rodeos y directos al grano: «Señor, que vea otra
vez.» y si se lo pedimos con humildad suplicando su misericordia, hablándole y
diciéndole lo que nos pasa, que problema tenemos, sin grandes o elocuentes
discursos, sin palabrerías, a pesar que el Señor ya sabe lo que nos pasa y lo
que queremos, pero quiere que nosotros dialoguemos con Él, que hablemos con Él
como con un amigo, sentiremos como el Señor nos escucha y nos dice en lo más
profundo de nuestro corazón y de nuestra alma; «¿Qué quieres que haga por ti?»
y entonces según nuestra fe se nos concederá lo que le pidamos.
Hoy
tenemos la oportunidad de pedirle al Señor que nos dé una fe muy grande para
sentirle siempre que está con nosotros, que nos de la habilidad, la luz y la
sabiduría para que podamos ver todo bajo su punto de vista, que nos permita
glorificarle y adorarle siempre por no dejarnos solos en nuestros problemas y
tristezas, pidámosle que también aumente grandemente nuestra fe para que seamos
capaces de experimentar y sentir su amor en nuestras pruebas cotidianas y en
nuestras dificultades.