Catequesis
del papa Francisco sobre la comunión de los santos
En
la audiencia Francisco recuerda que nuestra fe necesita el apoyo de los demás. La
comunión de los santos va más allá de la vida terrena
Hoy
me gustaría hablar de una realidad muy bella de nuestra fe, es decir, la comunión
de los santos. El Catecismo de la Iglesia Católica nos recuerda que este término
hace referencia a la comunión entre las personas santas (núm. 948).es una
verdad entre las más reconfortantes de nuestra fe, porque nos recuerda que no
estamos solos sino que hay una comunión de vida entre todos los que pertenecen
a Cristo. Una comunión que nace de la fe; de hecho el término
"santos" se refiere a aquellos que creen en el Señor Jesús, y se
incorporan a Él en la Iglesia a través del bautismo. Por eso, los primeros
cristianos fueron llamados también "los santos"
1
. El Evangelio de Juan dice que, antes de su pasión, Jesús oró al Padre por la
comunión entre los discípulos con estas palabras: "Para que todos sean
uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros,
para que el mundo crea que tú me has enviado" (17,21). La Iglesia, en su
verdad más profunda, es comunión con Dios, familiaridad con Dios, una comunión
de amor con Cristo y con el Padre en el Espíritu Santo, que se prolonga en una
comunión fraterna. Esta relación entre Jesús y el Padre es la
"matriz" de la unión entre nosotros los cristianos: si estamos íntimamente
inseridos en esta "matriz", en este horno ardiente de amor, entonces
podemos llegar a ser realmente un solo corazón y una sola alma entre nosotros,
porque el amor de Dios incinera nuestro egoísmo, nuestros prejuicios, nuestras
divisiones internas y externas. El amor de Dios también incinera nuestros
pecados.
2.
Si esto tiene su origen en la fuente del amor, que es Dios, entonces también se
da el movimiento recíproco: de los hermanos a Dios; la experiencia de la comunión
fraterna con Dios me lleva a la comunión con Dios. Estar unidos entre nosotros
nos lleva a estar unidos a Dios, nos lleva a esta relación con Dios que es
nuestro Padre. Este es el segundo aspecto de la comunión de los santos que me
gustaría subrayar: nuestra fe necesita del apoyo de los demás, especialmente en
tiempos difíciles. Si estamos unidos la fe se vuelve más fuerte. ¡Qué hermoso
es apoyarse mutuamente en la aventura maravillosa de la fe! Digo esto porque la
tendencia a refugiarse en lo privado también ha influido en la esfera
religiosa, por lo que muchas veces es difícil buscar la ayuda espiritual de
aquellos que comparten nuestra experiencia cristiana.
Todos
las hemos experimentado; yo también, forma parte del camino de la fe, del
camino de nuestra vida. ¿Quién de nosotros no ha experimentado
inseguridad, desconcierto e incluso dudas en el camino de la fe? Todos hemos
experimentado esto, también yo: es parte del camino de la fe, es parte de
nuestra vida. Todo esto no debe sorprendernos, porque somos seres humanos,
marcados por la fragilidad y las limitaciones; todos somos frágiles, todos
tenemos límites. Sin embargo, en estos tiempos difíciles hay que confiar en la
ayuda de Dios, a través de la oración filial, y al mismo tiempo, es importante
encontrar el coraje y la humildad para estar abierto a los demás, para pedir
ayuda, para pedir que nos den una mano. ¡Cuántas veces hemos hecho esto, y
después hemos sido capaces de salir del problema y encontrar a Dios otra vez!
En esta comunión --comunión quiere decir común-unión--, somos una gran
familia, donde todos los componentes se ayudan y se apoyan mutuamente.
3.
Y ahora llegamos a otro aspecto: la comunión de los santos va más allá de la
vida terrena, va más allá de la muerte y dura para siempre. Esta unión entre
nosotros, va más allá y continúa en la otra vida; es una unión espiritual que
nace del bautismo y no se rompe con la muerte, sino que, gracias a Cristo
resucitado, está destinado a encontrar su plenitud en la vida eterna. Hay un vínculo
profundo e indisoluble entre los que son todavía peregrinos en este mundo --
incluidos nosotros-- y los que han cruzado el umbral de la muerte para entrar a
la eternidad. Todos los bautizados aquí en la tierra, las almas del Purgatorio,
y todos los santos que ya están en el Paraíso forman una sola gran familia.
Esta comunión entre el cielo y la tierra se realiza sobre todo en la oración de
intercesión.
Queridos amigos, ¡tenemos
esta belleza! Es nuestra realidad, la de todos, lo que nos hace hermanos, que
nos acompaña en el camino de la vida y hace que nos encontremos de nuevo allá
en el cielo. Vayamos por este camino con confianza, con alegría. Un cristiano
debe ser alegre, con la alegría de tener a tantos hermanos y hermanas
bautizados que caminan con él; sostenido por la ayuda de nuestros hermanos y
hermanas que transitan este mismo camino para ir al cielo. Y también con la
ayuda de nuestros hermanos y hermanas que están en el cielo y oran a Jesús por
nosotros. ¡Adelante por este camino de felicidad!
30 de octubre de 2013