jueves, 24 de febrero de 2011

-Sobre el amor verdadero: ¿Amar o solo “sentirse bien”?


*Interesante reflexión del Obispo de Avila sobre el amor verdadero:
La fiesta de San Valentín, tan universalmente celebrada, nos lleva a pensar en el amor.
Casi todo el mundo celebra San Valentín. Las parejas jóvenes o maduras, en proyecto de futuro o ya en camino hacia el ocaso. Los comercios fomentan estos días la cortesía del regalo: una flor, un perfume, un pañuelo. Pero bajo el gesto del regalo o de la demostración cariñosa del amor, hoy vivimos una situación bien preocupante relacionada con el amor, con la vida en pareja. Pensemos en la píldora abortiva que se suministra a las niñas menores sin receta médica; en el aborto sin barreras, convertido en un derecho; en el divorcio express, por el que podemos disolver un matrimonio en minutos; en la ideología de género, que disuelve la naturaleza humana constituida por un hombre y una mujer; o en el Código Civil, que ha dinamitado los términos “padre” y “madre” para convertirlos en “progenitor A” y “progenitor B”; en la Educación para la Ciudadanía, que prepara a los niños para vivir una confusión sobre la realidad de los géneros masculino y femenino, con aplicación a la propia persona; pensemos sobre el concepto de familia, que se diversifica en múltiples modelos …
La relación de la pareja se construye ordinariamente como un proyecto de convivencia agradable, sin otros compromisos que los del sentirse bien junto al otro/a. La cohabitación es el modo genérico de la relación entre parejas actualmente. Un modelo que se prolonga hasta casi los 40 años sin plantearse la posibilidad de engendrar hijos que puedan desestabilizar la relación placentera entre los esposos. También los dificulta la precaria situación económica, ciertamente. No es ésta la situación universal, pero ciertamente es muy general y como propuesta por la sociedad del bienestar.
La Iglesia, por el contrario, anuncia una buena noticia para comunicar a las parejas, a las familias, en esta fiesta de San Valentín: hay un amor que no se limita al bienestar compartido; hay un amor que va a lo más hondo del ser humano porque está inserto en el plan de Dios sobre el hombre y la mujer, en el que se puede encontrar la razón de vivir. Hay una vocación al amor, en el que hallamos el sentido de todo nuestro vivir.
Existe un amor verdadero, o, como dice el Santo Padre, un “amor en la verdad”: “Todos los hombres perciben el impulso interior de amar de manera auténtica; amor y verdad nunca los abandonan completamente, porque son la vocación que Dios ha puesto en el corazón y en la mente de cada ser humano. Jesucristo purifica y libera de nuestras limitaciones humanas la búsqueda del amor y la verdad, y nos desvela plenamente la iniciativa de amor y el proyecto de vida verdadera que Dios ha preparado para nosotros. En Cristo, la caridad en la verdad se convierte en el rostro de su persona, en una vocación a amar a nuestros hermanos en la verdad de su proyecto” (CV1).
¿Cómo es un amor en la verdad? El amor verdadero, en palabras de San Pablo, “es paciente, es benigno, no tiene envidia. No presume, no se engríe; no es indecoroso ni egoísta; no se irrita, no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasa nunca” (1Co13, 4-8). Un amor así llena la vida de sentido entre los dos seres amados. Dar antes que recibir, hacer feliz al otro antes que ser feliz yo. Vivir para el otro, vivir para darse, vivir para amar.
¿Y dónde encontraremos un amor semejante? San Pablo nos dice que el cristiano puede vivir, en la fe, un amor semejante al que Cristo Esposo tiene a la Iglesia Esposa, a quien ama de tal manera que está dispuesto hasta dar su vida por ella. Es la expresión cumbre del amor. San Pablo dice que podemos participar por la fe de un amor tan total y sublime.
A las parejas de novios, a los matrimonios jóvenes, a los muchachos y muchachas que empiezan a conocerse, a las personas mayores, les digo que un amor diferente es posible, y que vale la pena iniciar la experiencia de un nuevo camino diverso al de la convivencia placentera que nos ofrece la sociedad del bienestar.
Con un abrazo para todos,
+ Jesús, Obispo de Ávila