martes, 1 de marzo de 2011

-Con la vista puesta en los jóvenes


 (del discurso del cardenal Rouco, 1/3/11)

La próxima Jornada Mundial de la Juventud será un instrumento providencial al servicio del empeño misionero de la Iglesia en la evangelización de los jóvenes. La clarividencia apostólica de Juan Pablo II, iluminada por su gran amor a Cristo y a los jóvenes, fue el medio del que se valió la Providencia divina para poner en manos de la Iglesia este nuevo procedimiento evangelizador, tan apropiado para las generaciones jóvenes de los últimos decenios del siglo XX y de comienzos del siglo XXI.
¿Qué jóvenes son esos y cuál el secreto de la nueva gran misión dirigida a ellos?
Los jóvenes de hoy - de comienzos del siglo XXI - ya no son exactamente aquellos de hace veinticinco años que respondieron a las primeras convocatorias del Juan Pablo II. Aquellos, que se calificaban a sí mismos como “los jóvenes del 2000", habían tenido ya tiempo de experimentar la decepción de las utopías fermentadas veinte años antes en el “mayo del 68", y miraban hacia el cambio de milenio como cifra de la deseada realización de ideales más verdaderos.
Los jóvenes del 2011 han tenido también ya tiempo de experimentar el alcance real de las posteriores utopías de la libertad y están a la búsqueda de una libertad verdadera, sólida, que permita construir la casa de la vida.
Entretanto, el ideal humano de la libertad ha sido propuesto y explorado por mil caminos en los dos últimos decenios. Entre esos caminos adquiere un puesto relevante el del mundo de la cibernética, cuyo desarrollo y popularización ha llegado a crear una nueva situación de intercomunicación globalizada de la que los jóvenes son actores principales. Prueba de ello son, por ejemplo, los acontecimientos de las últimas semanas y de ahora mismo en el mundo árabe, propiciados en buena medida por la aludida nueva situación. La red se ha convertido en un instrumento poderosísimo de información y de comunicación; pero también de propagación de fórmulas de vida de todo tipo, sin excluir las menos acordes con la dignidad humana. Así, los jóvenes se encuentran particularmente expuestos a la influencia desorientadora del relativismo, es decir, de una actitud guiada por la indiferencia ante el bien, por el “todo vale” y por la preterición de los bienes verdaderos. Al mismo tiempo, la atracción de las “redes sociales” propicia un estilo de vida “virtual”, vacío - paradójicamente - de encuentros y de relaciones verdaderamente personales.  Si a ello se suma la coyuntura histórica general, dominada por una crisis económica, socio-política, cultural y ética con pocos precedentes, no es extraño que muchos jóvenes, duramente afectados por tal crisis, sientan sus vidas inmersas en la mayor de las incertidumbres.
Naturalmente, la gran cuestión de Dios y la interpelación proveniente de Jesucristo no se libran tampoco de la sospecha sistemática. Todo pasa a formar parte del mundo indiferenciado de “lo virtual” y de lo lejano.
¿Será, pues, necesario, ante la nueva situación en la que se encuentran los jóvenes del 2011, abandonar el planteamiento pastoral y evangelizador que ha caracterizado las Jornadas Mundiales de la Juventud? De ningún modo. Más bien es preciso consolidarlo y vivificarlo espiritualmente. No debe quedarnos ninguna duda al respecto: uno de los empeños misioneros más importantes de la Iglesia de comienzos del siglo XXI ha de ser una porfiada evangelización de los jóvenes que les posibilite y facilite vivir enraizados y edificados en Cristo, con una inquebrantable firmeza de fe. Es el programa que tan luminosamente nos ha propuesto el Papa en su Mensaje con motivo de la próxima Jornada Mundial de Madrid.
Una juventud necesitada y deseosa de Jesucristo       
A algunos esto les parece una obviedad: centrar la misión juvenil en el anuncio completo de Jesucristo. Ellos buscarían enfoques supuestamente más específicos o más adaptados a las necesidades de los jóvenes. Sin embargo, después de dos mil años de evangelización, la Iglesia se encuentra hoy con que Jesucristo sigue siendo muy poco conocido y muy poco amado. Algunos, en los países de vieja cristiandad, secundando ciertos movimientos de apostasía implícita o explícita, se han alejado de la fe. Otros muchos, en los países de tradición cristiana más nueva o incluso apenas existente, nunca han conocido a Jesucristo ni siquiera de un modo elemental. Todos comparten hoy, en uno u otro grado, la situación de incertidumbre anteriormente descrita. Sin embargo, la Iglesia no tiene otra cosa que ofrecer a los jóvenes y a todos los hombres de hoy sino a Jesucristo. No hay salvación fuera de Él. Y ellos la necesitan con urgencia. Se trata ciertamente de una oferta “a contracorriente”,  como señala el Papa. Pero, al mismo tiempo, es la propuesta que están esperando, sabiéndolo o no.
Es una oferta a contracorriente porque, en medio de un mundo que sufre de incertidumbre y que sin embargo parece disfrutar a menudo con ella, cerrándose a toda propuesta de verdad, la Iglesia quiere ofrecer a los jóvenes la firmeza de la fe que el Señor hace posible. La ofrece porque sabe - como el Papa explica remitiéndose a su propia experiencia y a la experiencia antropológica general - que los jóvenes no solo están preocupados por lo inmediato o por sus propios intereses coyunturales: “Desear algo más que la cotidianeidad regular de un empleo seguro - escribe Benedicto XVI - y sentir el anhelo de lo que es realmente grande forma parte del ser joven. ¿Se trata solo de un sueño vacío que se desvanece cuando uno se hace adulto? No, el hombre en verdad está creado para lo que es grande, para el infinito.”
Por eso, el Papa se dirige a los jóvenes y les dice: “Es vital tener raíces y bases sólidas. Esto es verdad especialmente hoy, cuando muchos no tienen puntos de referencia estables para construir su vida, sintiéndose así profundamente inseguros. El relativismo que se ha difundido, y para el que todo da lo mismo y no existe ninguna verdad, ni un punto de referencia absoluto, no genera verdadera libertad, sino inestabilidad, desconcierto y conformismo con las modas del momento. Vosotros, jóvenes, tenéis el derecho de recibir de las generaciones que os preceden puntos firmes para hacer vuestras opciones y construir vuestras vidas”.
De ahí que el Papa haya elegido para los jóvenes del 2011 un lema inspirado en la carta de San Pablo a los Colosenses, en el que Jesucristo aparece como Aquel que permite echar raíces, construir sólidamente la casa y vivir de la firmeza de la  fe: “Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe (Col 2, 7)”. Sin Jesucristo no hay ni arraigo, ni edificación sólida, ni firmeza en la fe.
El programa de la pastoral juvenil de las Jornadas es una vez más netamente cristológico, centrado en Jesucristo. Así tiene que ser, porque “la fe cristiana no es solo creer en la verdad, sino sobre todo una relación personal con Jesucristo.” Las raíces de la existencia no se echan solo a base de conocimientos, sino ante todo, en el trato con Dios que permite al joven saber de verdad quién es él mismo y cuál es el sentido de su vida. El Papa evoca su propia vocación infantil al sacerdocio y el proceso de reconquista de esa certeza en su época de joven estudiante: todo, basado en la seguridad de que el Señor le quería y que, por eso, le daría la fuerza necesaria para el camino que le proponía. “Escuchándole, estando con Él, llego a ser yo mismo”. Por eso, es vital para el éxito espiritual de la Jornada procurar por todos los medios pastorales a nuestro alcance que la Palabra de Dios y la voz del Señor lleguen directamente al corazón de los jóvenes. ¡Qué importante es que se sientan llamados por el que dio su vida por ellos, por el que les ama como nadie pudo, puede ni podrá amarlos nunca!
Por tanto, porque se trata del encuentro con Cristo, la Jornada ha de ser una gran proclamación y anuncio del “Kerygma” apostólico. Lo cual es tanto más necesario, cuanto que - como les pasaba a los cristianos de Colosas a quienes San Pablo escribía - también hoy son muchos los que consideran que la Cruz de Cristo es una necedad y proponen a los jóvenes sus particulares alternativas filosóficas e incluso supuestamente cristológicas, bajo capa de modernidad y de cientificidad. El Papa advierte de que “muchas de las imágenes que circulan de Jesús, y que se hacen pasar por científicas, le quitan su grandeza y la singularidad de su persona.” Esas imágenes estorban la evangelización, porque impiden el encuentro con el verdadero Jesús, el del “Kerygma” apostólico, que el Papa presenta así: “Creemos firmemente que Jesucristo se entregó en la Cruz para ofrecernos su amor; en su pasión, soportó nuestros sufrimientos y cargó con nuestros pecados; nos consiguió el perdón y nos reconcilió con Dios Padre, abriéndonos el camino de la vida eterna. De este modo, hemos sido liberados de lo que más atenaza nuestra vida: la esclavitud del pecado, y podemos amar a todos, incluso a nuestros enemigos, y compartir este amor con los hermanos más pobres y en dificultad.”
Para el diálogo personal con Jesucristo, en el que se alimenta el conocimiento de su misterio y de nuestra salvación, el Papa propone a los jóvenes en su Mensaje tres caminos: la celebración de los sacramentos, el servicio a los hermanos y el encuentro con la Palabra de Dios escrita.
 “Queridos jóvenes - les dice - aprended a ‘ver’, a ‘encontrar’ a Jesús en la Eucaristía, donde está presente y cercano hasta entregarse como alimento para nuestro camino; en el Sacramento de la Penitencia, donde el Señor manifiesta su misericordia ofreciéndonos siempre su perdón. Reconoced y servid a Jesús también en los pobres y enfermos, en los hermanos que están en dificultad y necesitan ayuda. Entablad y cultivad un diálogo personal con Jesucristo, en la fe. Conocedle mediante la lectura de los Evangelios y del Catecismo de la Iglesia Católica. Los tres caminos han de estar presentes equilibradamente en toda pastoral juvenil, como lo están en la dinámica de las Jornadas Mundiales de la Juventud.