-Dios nos ama como hijos
No estamos huérfanos, Dios nos ama entrañablemente:
La sorprendente revelación de Jesús fue decirnos que Dios es “el Padre”.
En labios de Jesús, “Dios” o “Yahveh” ceden el paso al “Padre nuestro”. Jesús se dirige siempre a Dios con el término familiar de “Abba” (papá, termino cariñoso y familiar del niño a su papá querido), y hace partícipes a sus discípulos de su condición filial, de modo que también ellos puedan dirigirse a Dios con el mismo término de Abba.(papá).
El hombre de hoy es un huérfano, que se siente perdido en un universo sin límites; le han dicho que desciende del mono y que se dirige a la nada. Le han convencido de que la paternidad, dentro de la familia y en la sociedad, es el símbolo de la represión y, como consecuencia, le han llevado a “matar al padre” (concepto típico de cierta psicología). Con ello no ha logrado la libertad, sino la orfandad. Le han dicho que “Dios Padre” era el enemigo de su libertad. Muchos se lo han creído y se han dirigido a buscar un seno en las espiritualidades asiáticas, impersonales; otros buscan el seno de la madre tierra con el ecologismo y el naturismo. Pero siguen huérfanos. La muerte del padre se expresa en el miedo y desconfianza hacia el otro.
El mundo actual lo tiene todo; la ciencia y la técnica lo pueden todo, pero a nuestro mundo le falta un padre. Y, por ello, vivimos en un mundo frío, sin el calor de un padre. Descubrir a Dios como Padre es reconocer nuestra filiación divina y nuestra hermandad con todos los hijos de Dios. Es el único modo de romper la soledad y vencer el frío de la vida. Este es el deseo mismo de Jesús: “que todos los hombres te conozcan a ti, Padre” (Evangelio de San Juan, capitulo 17,3).
La Iglesia, como madre, enseña al hombre a hablar, diciendo: “Abba, Padre”. Y si el Espíritu Santo nos ayuda a experimentar que somos amados por Dios, que Dios es nuestro Padre, ello significa que no somos huérfanos, perdidos y abandonados a las fuerzas y condicionamientos de este mundo. Tenemos un origen fuera del espacio y del tiempo. Antes de ser concebidos bajo el corazón de nuestra madre hemos sido concebidos en el corazón de Dios Padre. Con el Hijo hemos sido engendrados en ·el seno del Padre” (como dice la Biblia), Con el Hijo, con su mismo Espíritu, osamos balbucir: “Abba, Padre”.
Quizás muchas veces nos sentiremos como el hijo pródigo, que despilfarra los bienes del padre con prostitutas, apacienta cerdos y desea nutrirse de algarrobas, (como explica la hermosa parábola del “hijo pródigo” que dijo Jesús), sin embargo sabemos que el Padre siempre nos espera, más aún nos sale al encuentro y nos abraza y perdona, nos viste, nos ofrece un banquete y hace fiesta por nuestra vuelta.
El Padre nuestro es como el resumen de la fe cristiana, que no se reduce al conocimiento de unas verdades, sino que lleva a la comunión con Dios, descubierto como